Los orígenes del juego son poco claros, y que mientras unos lo sitúan en Europa, concretamente en Francia, otros aseguran que fue una invención británica, que luego se extendió al continente y, posteriormente, se trasladó a los Estados Unidos.
Sea como sea, lo cierto es que ya en tiempos muy antiguos se jugaban variantes más o menos parecidas al póker actual, tanto en los casinos o en los garitos como entre la gente de peor calaña, e incluso en los círculos familiares y en los lugares de élite, como los clubes privados de los caballeros de alto copete. Verdaderas fortunas se ganaban o perdían ante el verde tapete, con los cinco naipes del póker en la mano. Y muchos eran los que, tras una partida particularmente desafortunada, ponían fin a su vida de un disparo o arrojándose a un barranco o un río. Se sabe incluso de jugadores que se han jugado todas sus propiedades, e incluso a su novia, amante o esposa, en un desesperado intento por recuperarse de las pérdidas, con suerte varia, por supuesto.
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